Los
proyectos innovadores son los que pueden hacerse sitio en el mercado.
Si se duplican servicios o productos se está en disposición del
fracaso, ¿para qué ofrecer un servicio que ya es ofrecido? Así
sólo se puede aspirar a satisfacer como mucho a la mitad de la
potencial clientela, o a un tercio, entónces, ¿dónde está el
beneficio y la rentabilidad de nuestro proyecto? Hay que ofrecer algo
nuevo, especializarse, ser único, hay que innovar. En el texto se
dan una serie de directrices para conseguirlo, lo que me ha hecho
pensar en un proyecto en el que participé activamente, yo diría lo
lideré pero no quiero ser pretenciosa, que ya era innovador hace
diez años y sigue siéndolo hoy en día. Se trata de un proyecto de
empleo en el sector doméstico donde la innovación estaba en el
control de los salarios de las trabajadoras, la redacción de
contratos escritos para las trabajadoras y sus nóminas, así como un
seguro de salud.
Hace
unos días en una entrevista de trabajo me preguntaron: “...¿y
cómo captábais las ofertas de empleo para las trabajadoras?” muy
sencillo, no nos anunciábamos ni teníamos que hacer ningún
esfuerzo extra, simplemente ofreciendo un servicio de calidad e
innovador el boca a boca nos hacía la publicidad.
Antes
de meterse de lleno en el camino de la innovación es necesario tener
en cuenta:
- qué necesidades tenemos.
- Qué sentido queremos darle al proyecto.
- Qué hemos aprendido de lo que ya hemos hecho, por qué experiencias hemos pasado.
Lo
que mueve para innovar es “la necesidad de”. Nunca llegaremos a
innovar si no tenemos aspiraciones, si nos conformamos, si no somos
concientes de nuestras escaseces. Una organización con escasez
significa que tiene competencia en el mercado y que tiene “la
necesidad de” y ello es un estímulo para la innovación.
La
innovación no puede ser algo aislado, no vale sacar un producto
innovador de manera aleatoria, sino que debe sustentarse en un
proyecto global, con un sentido común.
A
su vez, para poder innovar primero tenemos que aprender y la mejor
forma de hacerlo es viviendo experiencias propias, unas con éxito,
otras con fracasos, pero lo importante es la vivencia adquirida.
La
siguiente fase es tener claros los elementos fundamentales para
innovar: la clientela, la calidad y la comunicación.
El
cliente es el centro del proyecto innovador por lo que habrá que
analizar sus necesidades no sólo para satisfacerlas sino también
para ser el primero en crearlas lo que obliga a que la oferta deba
estar en contínuo movimiento e innovación. Al
mismo tiempo es fundamental mantener una relación de
intercumnicación con el cliente respetando sus propuestas y
participación para que la oferta de servicios sea más
satisfactoria. Ésto nos lleva a analizar a la clientela, conocerla,
sólo así el proyecto innovador tiene sentido.
La
calidad no sólo se refiere al resultado final del producto sino a
todo un proceso integrado e integrador. La necesidad de calidad debe
surgir del cliente, las personas trabajadoras, la dirección, las
personas accionistas, etc. La calidad está por encima del beneficio
económico. Un proyecto innovador se centrará en la calidad como
proceso y fin en si mismo.
Por
último, un proyecto que quiera ser innovador debe dedicar tiempo a
la intercomunicacación interna, con el cliente y con el entorno,
para conocer y que nos conozcan, para trasladar ideas y recogerlas.
Estos
tre elementos fundamentales tendrán mayor o menor eficacia en el
proyecto dependiendo del estilo directivo con el que se usen. Lo que
está ampliamente demostrado es que la dirección que se basa en el
poder, en las imposiciones (así es nuestra actual cultura de
empresa), no funciona ya que de esta forma ni se llega a saber lo que
quiere el cliente, ni se fomenta la intercomunicación y por tanto en
este sentido nunca existirá calidad.
Para
que un proyecto o una organización sean innovadores el estilo
directivo debe basarse en la cultura del cliente (el cleinte es el
centro de la organización) y en la intercomunicación, que sea
participativo, grupal y más democrático.
Por
último, el proyecto innovador será aquel cuyos valores vayan
acordes
con
el sentido global del mismo, con los resultados que se persiguen y
con los recursos utilizados. Éstos valores son el respeto, la
responsabilidad, la mejora continua y la calidad. El cliente nos va a
ayudar a desarrollar el respeto hacia el otro en la medida que lo
tengamos como referente. La responsabilidad hacia el trabajo bien
hecho, lo que requiere cierta autonomía en el qué hacer diario. De
aquí nace el compromiso con el trabajo, con la organización y con
el cliente. La mejora continua como base de la innovación y desde un
trabajo grupal.
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